El problema del Tiempo
Por Kino no Youko
Erick Kahler dijo en su libro “¿Qué es la historia?” lo siguiente:
“La tecnología moderna, producto y logro de la civilización occidental, ha comprimido funcionalmente al mundo hasta convertirlo en una sola unidad, no sólo extrínsecamente, merced de varios instrumentos de comunicación masiva, sino intrínsecamente también, difundiendo por doquier su maquinaria en continua proliferación. Así, los procesos técnicos modifican las condiciones humanas y los fundamentos mismos de la vida. Pero el hombre, los individuos y las comunidades no van al mismo paso que los rápidos cambios. Es decir: Los procesos orgánicos. Los procesos psíquicos, son lentos; tienen que vencer la inercia, los hábitos, las tradiciones y vicios; necesitan tiempo, su tiempo natural, su tiempo histórico de acción y reacción. Pero los procesos mecánicos, en especial cuando una civilización entera deposita todo su orgullo y energía en el fomento de ellos, se multiplican sin estorbos de forma casi automática y finalmente no hacen sincronía con el hombre estableciendo una brecha inalcanzable entre nosotros.”
Leyendo a Kahler, pensé… ¿Quién hoy en día puede comprender toda la información del mundo?... ¿Quién es capaz asumir tal magnitud de datos y conocimiento que día a día nos abruma? ¿Será que esta construcción de mundo nos supera?
Lo cierto es que dudo que alguien se ofrezca a tan difícil misión. Pero ¿qué tendrá de malo el que esa gran bola de nieve en la infinita cuesta del mundo ruede hacia abajo y crezca segundo a segundo? ¿Qué tendrá de malo que la inmediatez de la tecnología y los avances en toda materia cambien la totalidad del mundo hasta transformarlo en “nuestro mundo.”?
El problema desde hace décadas es justamente la velocidad. Al parecer “el tiempo” y con él, su velocidad; nos agobia, tortura y debilita, siendo de tal manera que constituye el principal problema filosófico del siglo.
Al parecer, la velocidad del mundo nos supera, y de alguna forma no nos hace asumir procesos de conciencia, procesos éticos y valóricos que hacen que nos comportemos como seres humanos. Nuestro mundo es una cámara de tren de alta velocidad que si en este minuto se requiere mirar hacia un costado es imposible saber, que paisaje se ve, donde nos encontramos, y lo que es peor, hacia donde vamos.
Sólo es visible que avanzamos, o quizá retrocedemos. Se siente que estamos en movimiento y a una velocidad que no podríamos identificar.
Finalmente, esos “procesos mecánicos” (en especial cuando una civilización entera deposita todo su orgullo), en el caso de Corea y situándonos en la época de filmación de la película, son sus trenes. El peso del tren es de vital importancia en su contexto fílmico-histórico. El 40 % del transporte de mercancías se realiza por ferrocarril. La red es extensa, siendo de 6.568 Km, y cubre todo el país. El servicio ferroviario es rápido, seguro y barato.
Como ya se pueden dar cuenta, creo que me faltará espacio para compartir experiencias, discusiones, intuiciones e incógnitas sobre la segunda película de Lee Chang-dong. Trataré de sintetizar mi análisis bajo tres categorías significativos del film. Una de ellos es el mencionado “Tren”.
El tren, entendido bajo este contexto, pertenece un símbolo, una reseña directa que alude a un tiempo interno…“nuestro tiempo”. Con este elemento, Chang-dong nos trasporta por la aparente linealidad de los segundos hacia el pasado. Así, y con mayor fuerza, aparecen en los momentos importantes de cambio y dolor de nuestras vidas, tanto en imagen como en sonido en la película. El tren pertenece al tiempo, sigue su curso imparable, monótono y plano hasta nuestra muerte. ¡Incluso arrollándonos¡ superándonos en la medida que no nos hacemos cargo de él, como ocurre en el film. Ese mismo tiempo es que cobra y pasa la factura, nos muestra culpas y deseos frustrados, y tarde o temprano, nos hace asumirnos como somos, eso… sólo en el mejor de los casos. Un tiempo angustioso del que hoy en día nadie quiere asumir, nadie quiere hacerse cargo; ya que de hacerlo, muchos terminaríamos como el protagonista al cuestionarnos que es lo que no hicimos y lo que jamás debimos hacer.
El segundo punto al respecto –y dolorosamente sintetizando todo lo que es posible conversar y debatir de la película- constituyen los “Pies”.
Los pies son nuestro nexo a la realidad y al mundo de “el otro.” “Poner los pies en la tierra” es una expresión que enuncia el asumirnos y declarar una independencia del mundo, asumiendo la carga de esa responsabilidad. Amigos, esposa, compañeros, enemigos y gente que participa de nuestro entorno constituyen ese mundo. Los pies, y principalmente la alusión a esa responsabilidad de hacernos cargo de nuestra vida, configura un hilo conductor en instantes importantísimos del film.
Un balazo en un pie, la recurrencia a destacar los zapatos, la cojera síntoma fuerte que sólo se presenta en escenas claves, entre muchos otros guiños, muestran la importancia de este símbolo en la película.
Finalmente, y casi como un tema obligado -dejando fuera muchos otros aspectos importantes-, me es imposible no hablar de “Los Caramelos de Menta”. Por definición, sería algo así como: algo fresco, dulce… placentero. Añadiéndolo al contexto del film, es posible intuir que lo fresco pasa a ser lo momentáneo; lo dulce, la esperanza; y lo placentero, el alivio de la eterna angustia del ser humano. Con todo ello es posible descubrir que esos caramelos de menta significan los sueños y anhelos, la esperanza de realizarse y vencer ese vorágine de angustia que constituye por definición el tiempo.
Quisiera continuar… Decir que la caída de los caramelos en cierto momento del film, constituye el quiebre de la esperanza, de los sueños y que repercutió un en balazo-casi indoloro, importante detalle- en un pie(véase la significación de ambos símbolos), decir la importancia de Yun Sunim, quien en sí misma constituye un caramelo, una esperanza para Kim Young Ho de cambio, un salvavidas constante, una invitación persistente y con real amor de volver a subirse a un tren perdido y cargar en él sus culpas y errores; asumir su tiempo en este mundo y vivirlo… y no morirlo, como hasta ese minuto lo hacía el protagonista.
Decir que no es casualidad que la historia comience a orillas de un río y acabe en el mismo lugar, y no es casualidad que el film esté dividido en 5 episodios; decir que no es coincidencia que la bandera de Corea del Sur tenga 5 símbolos y justo su quinto elemento represente curiosamente el agua, misma que sana, limpia, refleja y refresca… misma que está presente en la película, y que el protagonista derrocha y malversa torturando y finalmente muriendo bajo su vista… y que inicialmente, llora en forma de lágrimas.
Hablar de la importancia de la cámara fotográfica, que por definición captura un instante, un tiempo en nuestra vida y lo prolonga en este otro tiempo…el externo; hablar del tránsito de la personalidad del protagonista en todos los episodios, hablar de las diferencias en años de cada segmento del film y de la evolución o mejor dicho involución afectiva en todo el proceso de la película. Hablar de lo reprimido, de lo que hasta hoy el protagonista jamás habló y que todos esperábamos una respuesta dentro del film… en fin… decir muchas cosas.
No quiero hablar de actuaciones, montaje, guión, su música… sinceramente constituyen algo espléndido. Es que esta película supera la belleza de su construcción, cuestionándonos, y de esa forma interroga y provoca al que la ve por sobre todo lo estrictamente técnico que se pueda elogiar. Una película hermosa y compleja, un drama duro, que en estas pocas líneas me deja impotente y frustrado al no poder darle el espacio que se merece pese a todo lo que ya he hablado. Su estructura narrativa es coincidentemente como “Memento” película occidental que ocupa el mismo recurso, y se estrenó el mismo año 2000 junto con Peppermint Candy. Varias veces me he preguntado el por qué ocupar el recurso de contar la historia al revés y presentarla con un final casi cíclico. La respuesta es que, probablemente, porque así es nuestra existencia, un círculo de donde siempre es posible volver y rehacerse; un viaje en espiral, que al realizarlo al revés, es muy posible descubrir cuales son nuestros errores y cual es nuestro propósito sobre el tren, figura que sólo avanza, no se detiene nisiquiera en nuestra muerte.
Algo frustrado pero esperanzado que vean este excelente film que da para pensar, hablar y reflexionar mucho. Agradecer a Master a quien robé este trozo de celuloide para ser comentado de mala e incompleta forma, pero con la fortuna de incitar a otros que no se escabullan de este imperdible Coreano… y finalmente, pedir las disculpas respectivas por tanta frase, palabra y pregunta que muchos no tienen tiempo de leer, después de todo, cada quien posee sus propios trenes y con él su propio metálico minutero al cual obedecer.
Peppermint Candy (2000)
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