Tatuada para matar
Por Fingolfin
La última película de “Lone Wolf and Cub” de las que fueron rodadas en 1972. Buichi Saito asumió su dirección guardando las reglas y las características con las que Kenji Misumi había creado las anteriores. A nivel de calidad no se nota la diferencia entre ambos directores, por lo que podemos decir que el resultado del trabajo de Saito es bastante bueno.
Itto Ogami recibe un nuevo cometido. Debe asesinar a Oyuki, una mujer de la que no sabe nada, y que tendrá que buscar informándose donde pueda. Oyuki lleva tatuados en su cuerpo terroríficos dibujos, cuya finalidad son distraer y confundir a sus adversarios para poder eliminarles. Además de ella, Ogami se encontrará con un viejo enemigo del pasado, y con nuevos y enrevesados planes de Retsudo Yagyu.
Buichi Saito rompe con la tónica tan mecánica de las tres primeras películas, y en lugar de separar el enfrentamiento con los Yagyu, de su misión, trata de combinar ambos elementos para dotar el film de mayor continuidad. Sin embargo este efecto solo es conseguido a medias y al final de la película. La misión es encargada desde el primer momento, y el camino será mucho mas largo que de costumbre, y plagado de peligrosos enemigos.
Por primera vez vemos a Ogami en un combate muy igualado, que se salda con victoria solo por que recurre a una táctica que podríamos catalogar como “tramposa”. Yagyu Gunbei es ese adversario, el único que consiguió derrotar al lobo solitario, y al que se daba por muerto desde hacía muchos años. A juzgar por el final de la película, hemos de suponer que no será la última vez que aparezca, lo cual es una gran expectativa de espectáculo.
Al final tendremos el enfrentamiento de nuestro protagonista con otro ejército similar al de “Babycart to Hades”, aunque ahora se atribuirá a los Ura-Yagyu, y el plato fuerte vendrá después. Buichi Saito se atreve con el primer enfrentamiento entre Itto Ogami y Retsudo Yagyu, muy condicionado por el cansancio y las heridas de Ogami, y con un resultado discutible.
Comenzarán a imaginarme como una especie de perturbado, pero el elemento de los pechos es algo que prácticamente me será imposible desligar de estas películas. Y es que en la cuarta entrega vuelve a estar presente de manera continua y repetitiva, mediante los tatuajes, o mediante violaciones. No dejo de imaginarme lo que hubiera podido disfrutar un espectador español en 1972 con estos films, cuando en nuestro país se consideraba erótico ver una pierna o una espalda femenina.
La primera de las dos películas de la saga que no dirigió Kenji Misumi se salda con un balance muy positivo, y a mi gusto la situaría solo por detrás de “Babycart to Hades”, y “Babycart in Land of Demons”.
LW&C: In Peril (1972)
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