Miedo interno
Por Sinsangre
La sensación que provoca el miedo en las personas podría resumirse como ese sentimiento de angustia que nos provoca un peligro, sea real o imaginario. Incluso es ese conocimiento erróneo que uno tiene y que le impulsa a pensar en negativo, a creer que pasará lo que precisamente no queremos que ocurra.
Bajo estas premisas, Oxide Pang (en ésta película deja a su hermano en las tareas de producción), nos ofrece una auténtica película de miedo, en todas sus facetas. Pero, para no llevar a engaño, no nos encontramos con una historia convencional de fantasmas o apariciones misteriosas, que las hay. Aquí el miedo se siente sin necesidad de que éste se muestre en pantalla. El miedo al rechazo, al abandono y el sufrimiento que eso conlleva a la persona que lo padece. El miedo a lo desconocido, por otra parte, a la inseguridad que te ocasiona el perder el control de lo que ocurre a tu alrededor. Un miedo universal y más efectivo que el que originan los abundantes yureis que abundan en la cinematografía asiática y que cada uno de nosotros ha experimentado en más de una ocasión.
Winnie siente como su novio la ha abandonado. Ya no responde a sus llamadas y no paree que se quiera comunicar con ella. En un intento de rehacer su vida, tropieza con Ray, un joven con un extraordinario parecido con su antigua pareja. Tras tomar un café juntos, Ray entiende el calvario por el que ha pasado la desconcertada Winnie y accede a verla para ayudarla a superarlo. Bajo estas premisas se nos presenta una película de un gran poderío visual que, sin embargo adolece de un problema que la impide convertirse en magnífica. He intentado ser muy cauto a la hora de resumir el argumento de la historia, pero basta tan solo unos instantes de su visionado para que uno comience a anticiparse a lo que está a punto de pasar ante sus ojos. El director va al grano y eso le resta esa pizca de tensión que podría haber convertido la visión de un conjunto perfectamente enlazado y entretenido en una nueva muestra de por qué el cine de terror asiático es la base sobre la que los amantes del género sentimos cierta predilección.
Sin embargo, pese a su desarrollo previsible y engañoso, tan habitual en el cine de terror contemporáneo que aprovecha ideas eficaces para adaptarlas a nuevas vueltas de tuerca sobre lo mismos temas, la película funciona y consigue mantener el interés con facilidad y con un progresivo sentimiento de fascinación que invita a hablar bien de esta obra.
En su haber tiene dos puntos de gran importancia por los cuales ya merece la pena su visionado. Por un lado, la imaginería visual que imprimen los hermanos Pang a cada una de sus obras, auténticos creadores de atmósferas desasogantes (esa cocina fuera de plano) e incómodas , que ponen las bases para creerte en todo momento lo que ellos te ofrezcan. A pesar de ese comienzo lento y falto de interés, con la presentación cansina del padecimiento de la joven despechada, el espectador reconoce fácilmente que el aire está viciado sin saber en realidad el motivo de esa sensación (las marionetas que pueblan la pantalla ayudan) y es consciente de que hay algo más escrito en ese diario que deseas leer cuanto antes para abandonar el desasosiego reinante.
Por otro lado, nos encontramos con una sorpresiva Charlene Choi, auténtico motor de la película y pilar básico para que la historia no haya claudicado a las primeras de cambio. Su interpretación va ganando enteros a lo largo de la trama, siendo capaz de eclipsar a sus compañeros de reparto en todo momento, lo cual no era difícil porque sus papeles son muy secundarios e incluso catatónicos. Son los pequeños detalles, sus gestos y esa mirada perdida la que hacen convincente un difícil y arriesgado papel que en manos inexpertas podría haberse convertido en una bomba de relojería.
Para desgracia del espectador, el guión da demasiadas pistas sobre lo que sucede en pantalla y se vuelve previsible desde el inicio (¿era necesario la justificación médica con esa seria voz en off?), intentando razonar de manera gratuita el derroche de fantasía y pesadilla que pasará por nuestros ojos y por los de la protagonista. Da la sensación que quería lavarse las manos y advertir al espectador de que lo que vemos tiene toda su razón de ser y se olvida de que, en una película como ésta de suspense, lo interesante sería mantener esa intriga que te obligue a sufrir, y ponerte en el lugar de quien sufre, lo que acontece en la historia.
En definitiva, una correcta película de suspense que, aprovechando el poder interpretativo de su protagonista, es capaz de mantener el interés y la mirada durante toda la trama a pesar del engañoso guión y la torpeza del director en querer justificar lo innecesario.
Bajo estas premisas, Oxide Pang (en ésta película deja a su hermano en las tareas de producción), nos ofrece una auténtica película de miedo, en todas sus facetas. Pero, para no llevar a engaño, no nos encontramos con una historia convencional de fantasmas o apariciones misteriosas, que las hay. Aquí el miedo se siente sin necesidad de que éste se muestre en pantalla. El miedo al rechazo, al abandono y el sufrimiento que eso conlleva a la persona que lo padece. El miedo a lo desconocido, por otra parte, a la inseguridad que te ocasiona el perder el control de lo que ocurre a tu alrededor. Un miedo universal y más efectivo que el que originan los abundantes yureis que abundan en la cinematografía asiática y que cada uno de nosotros ha experimentado en más de una ocasión.
Winnie siente como su novio la ha abandonado. Ya no responde a sus llamadas y no paree que se quiera comunicar con ella. En un intento de rehacer su vida, tropieza con Ray, un joven con un extraordinario parecido con su antigua pareja. Tras tomar un café juntos, Ray entiende el calvario por el que ha pasado la desconcertada Winnie y accede a verla para ayudarla a superarlo. Bajo estas premisas se nos presenta una película de un gran poderío visual que, sin embargo adolece de un problema que la impide convertirse en magnífica. He intentado ser muy cauto a la hora de resumir el argumento de la historia, pero basta tan solo unos instantes de su visionado para que uno comience a anticiparse a lo que está a punto de pasar ante sus ojos. El director va al grano y eso le resta esa pizca de tensión que podría haber convertido la visión de un conjunto perfectamente enlazado y entretenido en una nueva muestra de por qué el cine de terror asiático es la base sobre la que los amantes del género sentimos cierta predilección.
Sin embargo, pese a su desarrollo previsible y engañoso, tan habitual en el cine de terror contemporáneo que aprovecha ideas eficaces para adaptarlas a nuevas vueltas de tuerca sobre lo mismos temas, la película funciona y consigue mantener el interés con facilidad y con un progresivo sentimiento de fascinación que invita a hablar bien de esta obra.
En su haber tiene dos puntos de gran importancia por los cuales ya merece la pena su visionado. Por un lado, la imaginería visual que imprimen los hermanos Pang a cada una de sus obras, auténticos creadores de atmósferas desasogantes (esa cocina fuera de plano) e incómodas , que ponen las bases para creerte en todo momento lo que ellos te ofrezcan. A pesar de ese comienzo lento y falto de interés, con la presentación cansina del padecimiento de la joven despechada, el espectador reconoce fácilmente que el aire está viciado sin saber en realidad el motivo de esa sensación (las marionetas que pueblan la pantalla ayudan) y es consciente de que hay algo más escrito en ese diario que deseas leer cuanto antes para abandonar el desasosiego reinante.
Por otro lado, nos encontramos con una sorpresiva Charlene Choi, auténtico motor de la película y pilar básico para que la historia no haya claudicado a las primeras de cambio. Su interpretación va ganando enteros a lo largo de la trama, siendo capaz de eclipsar a sus compañeros de reparto en todo momento, lo cual no era difícil porque sus papeles son muy secundarios e incluso catatónicos. Son los pequeños detalles, sus gestos y esa mirada perdida la que hacen convincente un difícil y arriesgado papel que en manos inexpertas podría haberse convertido en una bomba de relojería.
Para desgracia del espectador, el guión da demasiadas pistas sobre lo que sucede en pantalla y se vuelve previsible desde el inicio (¿era necesario la justificación médica con esa seria voz en off?), intentando razonar de manera gratuita el derroche de fantasía y pesadilla que pasará por nuestros ojos y por los de la protagonista. Da la sensación que quería lavarse las manos y advertir al espectador de que lo que vemos tiene toda su razón de ser y se olvida de que, en una película como ésta de suspense, lo interesante sería mantener esa intriga que te obligue a sufrir, y ponerte en el lugar de quien sufre, lo que acontece en la historia.
En definitiva, una correcta película de suspense que, aprovechando el poder interpretativo de su protagonista, es capaz de mantener el interés y la mirada durante toda la trama a pesar del engañoso guión y la torpeza del director en querer justificar lo innecesario.
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