Curiosidad casi satisfecha
Por sinsangre
Entre la lista de largometrajes preseleccionados por China para la candidatura al Oscar a la mejor película extranjera se encontraban dos valores seguros, The Banquet y Curse of the Golden Flower. A éstas obras de características comunes, ambas wuxias con coreografías frenéticas y una convincente y estudiada fotografía, se les añadió una pequeña sorpresa creada por un director casi novato (Yibai Zhang) con apenas dos producciones anteriores sin la repercusión mediática que atesoraban sus de compañeros de nominación.
La sorpresa es mayor cuando uno inicia su visionado. La impresión inicial es la misma que la que te surge cuando lees las tres candidatas. Es una obra menor, intrascendente y que sólo justifica su presencia entre las candidaturas en el apoyo de la academia en la búsqueda de un espaldarazo publicitario importante para la nueva hornada de directores chinos, ya alejados de sus predecesores revolucionarios de la quinta generación.
Pero esa sensación se va desvaneciendo conforme pasan los minutos de metraje. Al igual que la curiosa fotógrafa Momo, el espectador empieza a descubrir matices en la sucesión de fotogramas que componen esta película. En esta historia nada es lo que parece y cualquier prejuicio con el que uno parte a su visionado queda abandonado al comprobar la habilidad del director para desconcertar a los espectadores, elevando una convencional historia de amor y pasión obsesiva, encuadrada entre los rígidos muros del género, en una calculada crítica a la sociedad contemporánea disfrazada de thriller seudo-erótico (para el espectador poco acostumbrado a esos excesos en el país asiático).
Tampoco hay que llevarse a engaños. La jugada no termina por ser maestra. Interesante sí, arriesgada, en cierto modo también. Pero la claudicación ante la obra de Zhang Yimou (que finalmente no alcanzó nominación) da una idea de las carencias que lastra al vuelo de la película y que, seguramente, impedirá el aterrizaje en las salas comerciales del mundo occidental, reservando su espacio en festivales especializados carentes de productos más premiables entre sus nutridos catálogos.
En un moderno edificio de viviendas cercano al ríoYangzi se inaugura una salón de belleza regido por una enigmática peluquera, la señorita Lyin. Mientras tanto, la familia Zheng ve como una serie de actos vandálicos van acabando con la fragilidad de su matrimonio ante la pasiva mirada del ingenuo vigilante de seguridad. Lo que ninguno de ellos sabe es la afición que tiene la joven Momo a espiarlos a todos con la cámara de su teléfono móvil.
Arriesgada propuesta la del director, que tuvo que lidiar a la férrea censura de su país para conseguir el estreno de su creación en salas comerciales. En esta obra, con inocentes juegos eróticos poco vistos en aquellas latitudes, la verdadera provocación radica en mostrar la marcada diferencia existentes entre clases que pueblan las regiones sociales del lejano país. Nos insinúan con claridad la forma en la que la mayoría de clase obrera envidia el estatus de vida inalcanzable de los poderosos miembros de la alta sociedad empresarial china y como éstos ven en los desesperanzados trabajadores de la comunidad solo un instrumento para la consecución de sus oscuras ambiciones o para satisfacer sus necesidades menos cubiertas, cerrándoles las puertas en la cara cuando éstos intentan avanzar en la dirección envidiada.
Así no es de extrañar la fascinación por el dinero de unos y el vacío interior con el que intentan sobrevivir los otros. Porque en ésta película, los poderosos se limitan a sobrevivir, aferrándose a la única oportunidad que les queda para seguir sintiéndose parte del mundo que les rodea. Representativas las conversaciones triviales entre los miembros de la familia frente al espejo o de espaldas en la cama. O el marcado contraste entre la luminosidad del ático familiar que emite una etérea sombra en los bajos muros donde reposa la mano ambiciosa del vigilante que intenta acariciar un estatus imposible .
El director consigue llevar a buen puerto una obra con muchas papeletas para terminar por zozobrar. Varias historias independientes que consigue enlazar a base de oportunos flashbacks que muestran el variado punto de vista de los personajes que la integran. Lástima la sensación que deja de intentar acercarse a la inalcanzable maestría de Wong Kar Wai en su búsqueda de planos imposibles (perdonables por ser una recreación voyeurista de la vida en una comunidad de vecinos) o en el fallido toque erótico de la historia que termina por parecer incorporado a última hora por algunos productores ávidos de sensaciones fuertes. Asimismo, Yang Tau no es Crhistopher Doyle, aunque su iluminación colorista nos evoca al magistral australiano en muchos momentos inspirados de la película (incluso me atrevería a afirmar que el sofá de la peluquera está sacado de una película de Almodovar sobre el universo de Jack Skeleton).
Una lástima la falta de profundidad de los actores, con unos rígidos personajes que les impiden evolucionar como debieran. Quizás el caso peor aprovechado sea el del marido (Hu Jun), cuya expresividad inicial parca y seria se mantiene a lo largo de la obra a pesar de los matices de su papel en el conjunto de la película. El resto de los integrantes tampoco sobresale con notoriedad, aunque cumplen con su cometido sin que la narración se resquebraje por completo. Por desgracia, el papel de la fotógrafa (Lim Yuan) pudo haber dado mucho más de sí y queda relegado a una simple representante de los espectadores en la película.
En definitiva, buena opción para descubrir el proceso de adaptación del cine chino a la nueva hornada de cineastas orientales (Corea y Tailandia al frente) que han dejado la etiqueta de revolucionarios en busca de un hueco en el mercado creciente de la ambiciosa producción nacional del país asiático y que aporta un granito de riesgo en su propuesta, mostrando la marcada diferencia de clases que mantiene aun entre sus murallas.
La sorpresa es mayor cuando uno inicia su visionado. La impresión inicial es la misma que la que te surge cuando lees las tres candidatas. Es una obra menor, intrascendente y que sólo justifica su presencia entre las candidaturas en el apoyo de la academia en la búsqueda de un espaldarazo publicitario importante para la nueva hornada de directores chinos, ya alejados de sus predecesores revolucionarios de la quinta generación.
Pero esa sensación se va desvaneciendo conforme pasan los minutos de metraje. Al igual que la curiosa fotógrafa Momo, el espectador empieza a descubrir matices en la sucesión de fotogramas que componen esta película. En esta historia nada es lo que parece y cualquier prejuicio con el que uno parte a su visionado queda abandonado al comprobar la habilidad del director para desconcertar a los espectadores, elevando una convencional historia de amor y pasión obsesiva, encuadrada entre los rígidos muros del género, en una calculada crítica a la sociedad contemporánea disfrazada de thriller seudo-erótico (para el espectador poco acostumbrado a esos excesos en el país asiático).
Tampoco hay que llevarse a engaños. La jugada no termina por ser maestra. Interesante sí, arriesgada, en cierto modo también. Pero la claudicación ante la obra de Zhang Yimou (que finalmente no alcanzó nominación) da una idea de las carencias que lastra al vuelo de la película y que, seguramente, impedirá el aterrizaje en las salas comerciales del mundo occidental, reservando su espacio en festivales especializados carentes de productos más premiables entre sus nutridos catálogos.
En un moderno edificio de viviendas cercano al ríoYangzi se inaugura una salón de belleza regido por una enigmática peluquera, la señorita Lyin. Mientras tanto, la familia Zheng ve como una serie de actos vandálicos van acabando con la fragilidad de su matrimonio ante la pasiva mirada del ingenuo vigilante de seguridad. Lo que ninguno de ellos sabe es la afición que tiene la joven Momo a espiarlos a todos con la cámara de su teléfono móvil.
Arriesgada propuesta la del director, que tuvo que lidiar a la férrea censura de su país para conseguir el estreno de su creación en salas comerciales. En esta obra, con inocentes juegos eróticos poco vistos en aquellas latitudes, la verdadera provocación radica en mostrar la marcada diferencia existentes entre clases que pueblan las regiones sociales del lejano país. Nos insinúan con claridad la forma en la que la mayoría de clase obrera envidia el estatus de vida inalcanzable de los poderosos miembros de la alta sociedad empresarial china y como éstos ven en los desesperanzados trabajadores de la comunidad solo un instrumento para la consecución de sus oscuras ambiciones o para satisfacer sus necesidades menos cubiertas, cerrándoles las puertas en la cara cuando éstos intentan avanzar en la dirección envidiada.
Así no es de extrañar la fascinación por el dinero de unos y el vacío interior con el que intentan sobrevivir los otros. Porque en ésta película, los poderosos se limitan a sobrevivir, aferrándose a la única oportunidad que les queda para seguir sintiéndose parte del mundo que les rodea. Representativas las conversaciones triviales entre los miembros de la familia frente al espejo o de espaldas en la cama. O el marcado contraste entre la luminosidad del ático familiar que emite una etérea sombra en los bajos muros donde reposa la mano ambiciosa del vigilante que intenta acariciar un estatus imposible .
El director consigue llevar a buen puerto una obra con muchas papeletas para terminar por zozobrar. Varias historias independientes que consigue enlazar a base de oportunos flashbacks que muestran el variado punto de vista de los personajes que la integran. Lástima la sensación que deja de intentar acercarse a la inalcanzable maestría de Wong Kar Wai en su búsqueda de planos imposibles (perdonables por ser una recreación voyeurista de la vida en una comunidad de vecinos) o en el fallido toque erótico de la historia que termina por parecer incorporado a última hora por algunos productores ávidos de sensaciones fuertes. Asimismo, Yang Tau no es Crhistopher Doyle, aunque su iluminación colorista nos evoca al magistral australiano en muchos momentos inspirados de la película (incluso me atrevería a afirmar que el sofá de la peluquera está sacado de una película de Almodovar sobre el universo de Jack Skeleton).
Una lástima la falta de profundidad de los actores, con unos rígidos personajes que les impiden evolucionar como debieran. Quizás el caso peor aprovechado sea el del marido (Hu Jun), cuya expresividad inicial parca y seria se mantiene a lo largo de la obra a pesar de los matices de su papel en el conjunto de la película. El resto de los integrantes tampoco sobresale con notoriedad, aunque cumplen con su cometido sin que la narración se resquebraje por completo. Por desgracia, el papel de la fotógrafa (Lim Yuan) pudo haber dado mucho más de sí y queda relegado a una simple representante de los espectadores en la película.
En definitiva, buena opción para descubrir el proceso de adaptación del cine chino a la nueva hornada de cineastas orientales (Corea y Tailandia al frente) que han dejado la etiqueta de revolucionarios en busca de un hueco en el mercado creciente de la ambiciosa producción nacional del país asiático y que aporta un granito de riesgo en su propuesta, mostrando la marcada diferencia de clases que mantiene aun entre sus murallas.
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