Épica atípica
Por sinsangre
Bajo la dirección de Jacob Cheung llega una de las películas más esperadas por los aficionados al cine asiático. Una historia épica de asedio y resistencia, de honor y orgullo en la que se pone de relieve la capacidad del todopoderoso actor Andy Lau para levantar un proyecto de estas características y que se convierte en un espléndido espectáculo visual que no termina por alcanzar la alta cota que se esperaba de él por todos los seguidores del género. terminando por dejarte un ligero regusto amargo y una cierta rabia por la oportunidad fallida.
Porque la película adolece de un principio fundamental para que el espectador se sienta identificado con ella. Y es que no emociona. No te hace empatizar con la sufrida vida diaria de los habitantes del castillo asolado y eso termina por pasar factura a lo largo del desarrollo de la historia Hasta el punto en que cuando se acercan las hordas enemigas, uno termina por distraerse entre los tambores de batalla y no padecer lo más mínimo la angustia de quien se siente violentado por los bárbaros atacantes, terminando por restarle importancia a quienes caen en combate y quienes continúan en la brecha, independientemente del bando al que pertenecen.
El argumento no profundiza en la importancia que cada personaje de la historia debería tener y salvo el personaje principal de Andy Lau, el resto se reparte una pequeña dosis de pastel en el que se intuye pero no se asume su influencia para el devenir de la historia, terminando por desligar al espectador de la previsible trama.
El argumento de esta mastodóntica obra no es del todo original. Está basado en el manga Bokkou y cuenta una historia muchas veces vista en cine que a todos nos resulta atractiva de antemano. La lucha sin esperanza ante un enemigo superior en número y recursos con la inexperiencia y la ausencia de medios materiales apropiados para la ocasión. El álamo, el Abismo de Helm. Asedio en condiciones desfavorables que a todos nos termina por emocionar.
En un periodo de conflictos continuos entre los siete reinos independientes de la antigua región China, el ejercito de Zhao, liderado por el todopoderoso general Xiang Yanzhang intentará hacerse con el control de la pequeña ciudad-estado de Liang, a la que supera en número de combatientes de manera insultante. Sin embargo, en un acto de desesperación, la pequeña ciudad pide ayuda a la tribu de los Mozi, seguidores de la religión Mohista, que profesan el amor al prójimo y la confraternización de los pueblos. Al lugar acude un sólo hombre Ge Li (Andy Lau), estratega experto y deseoso de ayudar allá donde lo necesiten.
El personaje de Andy Lau lleva todo el peso de la historia. Es el encargado de movilizar a la temerosa población de Liang usando para ello el carisma que le proporciona su filosofía pacificadora. A su alrededor fluctúan soberbios reyes, recelosos príncipes y cautelosos enemigos. Sin embargo, lo que se intuye como un paso adelante en el desarrollo de la historia (presentación del jefe arquero, desesperación de los esclavos, venganza de los lugareños) queda rápidamente olvidado por el nulo avance en sus tramas y el olvido en otras nuevas que no mantienen una pizca de interés. Por no comentar el personaje femenino introducido de forma innecesaria para caramelizar una historia que resta credibilidad al conjunto.
La mejor baza con la que cuenta la película es la dirección acertada de las secuencias bélicas que suponen el núcleo de la trama. Más en concreto, las diversas estrategias con las que el personaje de Ge Li se las ingenia para contrarrestar el ataque enemigo. Siempre he disfrutado de la fuerza de la pluma frente a la espada y momentos como la defensa ante la lluvia de flechas ardientes merece por sí solas el visionado complaciente de esta obra.
Del mismo modo, el nivel de ambientación logrado en la película, su dirección artística en conjunto, es sublime y consigue hacerte sentir miembro de aquella denostada sociedad china de guerras y ambiciones. Sobresaliente ejercicio de vestuario, peluquería, maquillaje y demás categorías que adornan el fallido producto final.
En definitiva una historia efectiva en cuanto a la ambientación y a las secuencias bélicas, perfectamente desarrolladas que, por desgracia, se queda en solo eso. En espectáculo vacío y carente de una fuerte historia que lo convierta en una producción de mayor relevancia.
Porque la película adolece de un principio fundamental para que el espectador se sienta identificado con ella. Y es que no emociona. No te hace empatizar con la sufrida vida diaria de los habitantes del castillo asolado y eso termina por pasar factura a lo largo del desarrollo de la historia Hasta el punto en que cuando se acercan las hordas enemigas, uno termina por distraerse entre los tambores de batalla y no padecer lo más mínimo la angustia de quien se siente violentado por los bárbaros atacantes, terminando por restarle importancia a quienes caen en combate y quienes continúan en la brecha, independientemente del bando al que pertenecen.
El argumento no profundiza en la importancia que cada personaje de la historia debería tener y salvo el personaje principal de Andy Lau, el resto se reparte una pequeña dosis de pastel en el que se intuye pero no se asume su influencia para el devenir de la historia, terminando por desligar al espectador de la previsible trama.
El argumento de esta mastodóntica obra no es del todo original. Está basado en el manga Bokkou y cuenta una historia muchas veces vista en cine que a todos nos resulta atractiva de antemano. La lucha sin esperanza ante un enemigo superior en número y recursos con la inexperiencia y la ausencia de medios materiales apropiados para la ocasión. El álamo, el Abismo de Helm. Asedio en condiciones desfavorables que a todos nos termina por emocionar.
En un periodo de conflictos continuos entre los siete reinos independientes de la antigua región China, el ejercito de Zhao, liderado por el todopoderoso general Xiang Yanzhang intentará hacerse con el control de la pequeña ciudad-estado de Liang, a la que supera en número de combatientes de manera insultante. Sin embargo, en un acto de desesperación, la pequeña ciudad pide ayuda a la tribu de los Mozi, seguidores de la religión Mohista, que profesan el amor al prójimo y la confraternización de los pueblos. Al lugar acude un sólo hombre Ge Li (Andy Lau), estratega experto y deseoso de ayudar allá donde lo necesiten.
El personaje de Andy Lau lleva todo el peso de la historia. Es el encargado de movilizar a la temerosa población de Liang usando para ello el carisma que le proporciona su filosofía pacificadora. A su alrededor fluctúan soberbios reyes, recelosos príncipes y cautelosos enemigos. Sin embargo, lo que se intuye como un paso adelante en el desarrollo de la historia (presentación del jefe arquero, desesperación de los esclavos, venganza de los lugareños) queda rápidamente olvidado por el nulo avance en sus tramas y el olvido en otras nuevas que no mantienen una pizca de interés. Por no comentar el personaje femenino introducido de forma innecesaria para caramelizar una historia que resta credibilidad al conjunto.
La mejor baza con la que cuenta la película es la dirección acertada de las secuencias bélicas que suponen el núcleo de la trama. Más en concreto, las diversas estrategias con las que el personaje de Ge Li se las ingenia para contrarrestar el ataque enemigo. Siempre he disfrutado de la fuerza de la pluma frente a la espada y momentos como la defensa ante la lluvia de flechas ardientes merece por sí solas el visionado complaciente de esta obra.
Del mismo modo, el nivel de ambientación logrado en la película, su dirección artística en conjunto, es sublime y consigue hacerte sentir miembro de aquella denostada sociedad china de guerras y ambiciones. Sobresaliente ejercicio de vestuario, peluquería, maquillaje y demás categorías que adornan el fallido producto final.
En definitiva una historia efectiva en cuanto a la ambientación y a las secuencias bélicas, perfectamente desarrolladas que, por desgracia, se queda en solo eso. En espectáculo vacío y carente de una fuerte historia que lo convierta en una producción de mayor relevancia.
1 comentario:
Qué bueno poder identificar a los directores orientales con el sello de autoría que les confieres para que uno que no los conoce tanto pueda diferenciar los estilos. Saludos!
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