Operación karaoke
Por sinsangre
Se me hace complicado aplicarle, sin que me aparezcan rojeces en los mofletes, la denominación de película a este largo anuncio publicitario que llega de la mano de Dennis Law Sau-Yiu. En una película se suele contar, con mayor o menor acierto, una o varias historias en las que se muestra la manera de actuar de unos personajes puestos en circunstancias no habituales para ellos y ver de que manera son capaces de afrontarlas. Sin embargo, la obra que nos ocupa es, a todas luces, un vehículo de lucimiento para el cantante hongkones Justin Lo, que hace, como la mayor parte de sus compañeros de profesión en tierras orientales, una incursión en el mundo del celuloide con fines puramente onanísticos y abarcar así nuevas vías de promoción de sus trabajos discográficos paralelos.
No se podría decir que Justin naufraga durante la película. Simplemente no le han dado una pizca de riesgo a su personaje en un “guión”, previsible donde los haya, en el que todo está calculado milimétricamente para que los productores (Paco Wong) de la película vean como sigue saliendo rentable la incursión de estrellas del pop nacional entre las obras destinadas a un público menos exigente, sin ganas de reflexiones sesudas ni motivos más trascendentes que el no ahogarse con los restos de las palomitas. Así, nos encontramos con él y con Alex Fong, Los Cookies y demás rompe listas hongkonesas que, casualmente, pertenecen todos a la compañía Gold Label regentada por el señor Wong.
Kei es un adolescente poco ambicioso que ayuda a su madre costurera repartiendo los vestidos que ésta confecciona. En sus ratos libres, escribe canciones o corrige melodías para así obtener un poco de dinero. Su mejor amiga, Kristy, trabaja en una tienda de discos de segunda mano sin darse cuenta el amor que Kei siente por ella. Por la noche, ambos suelen frecuentar locales de moda donde escuchar grupos musicales que intentan buscar en esos lugares un poco de promoción.
Es sencillo adivinar hacia donde se encamina el resto de la película. Quizás esa sea la virtud que destaque entre el cúmulo de situaciones ya vistas en el aluvión de productos de las mismas características que surgen año sí y año también en el saturado mercado cinematográfico chino.
Porque, si paramos a analizar con un poco de detenimiento detalles sin importancia en la película, como la cara de la madre cuando encuentra el talento vocal escondido durante tantos años de su hijo, uno no puede menos que sonreír y terminar el visionado de la misma centrándose única y exclusivamente en los numerosos números musicales que son el centro de toda la película. Siempre, claro está, que uno disfrute con ellos, ya que son sólo meras actuaciones frente a un micrófono o sentados ante un órgano sin que se atisbe en el horizonte alguna coreografía ingeniosa que disfrace el producto para hacerlo más llevadero.
La sensaciones que surgen durante el visionado de Love @ first note no son tan diferentes a las que se experimentan cada final de año al sentarse ante el televisor y ver uno de esos programas-fiesta especiales con que nos inundan las diversas cadenas estatales. Cuatro o cinco personas siempre sonriendo (en la película no tanto ya que lo sustituyen por caras de tristes y desolados corderitos) que simulan diálogos espontáneos entre canción y canción mientras que tú deseas que acabe cuanto antes la farsa y empiecen a soltar notas por sus melódicas y talentosas voces.
Entre la diversidad de géneros que pueblan la cartelera de cine chino, es razonable la existencia de productos tan promocionales como éste. Al fin y al cabo, que país no posee entre sus filmotecas obras triviales realizadas para gloria del artista de moda de la época. Pero, de puertas para fuera, sin que uno conozca mínimamente las virtudes cantautoras de los que copan las listas de éxitos hongkonesas, es deseable mantener éste tipo de mercancías en un segundo plano y centrarse en productos más estimulantes.
En definitiva, recomendable única y exclusivamente para los seguidores de cualquiera de los cantantes o grupos que aparecen en los variados números musicales que inundan la película y que deseen mantener las neuronas inactivas tras una dura jornada laboral o, como sería más lógico, después de haber aprobado los complicados exámenes que tanto abundan durante el curso.
No se podría decir que Justin naufraga durante la película. Simplemente no le han dado una pizca de riesgo a su personaje en un “guión”, previsible donde los haya, en el que todo está calculado milimétricamente para que los productores (Paco Wong) de la película vean como sigue saliendo rentable la incursión de estrellas del pop nacional entre las obras destinadas a un público menos exigente, sin ganas de reflexiones sesudas ni motivos más trascendentes que el no ahogarse con los restos de las palomitas. Así, nos encontramos con él y con Alex Fong, Los Cookies y demás rompe listas hongkonesas que, casualmente, pertenecen todos a la compañía Gold Label regentada por el señor Wong.
Kei es un adolescente poco ambicioso que ayuda a su madre costurera repartiendo los vestidos que ésta confecciona. En sus ratos libres, escribe canciones o corrige melodías para así obtener un poco de dinero. Su mejor amiga, Kristy, trabaja en una tienda de discos de segunda mano sin darse cuenta el amor que Kei siente por ella. Por la noche, ambos suelen frecuentar locales de moda donde escuchar grupos musicales que intentan buscar en esos lugares un poco de promoción.
Es sencillo adivinar hacia donde se encamina el resto de la película. Quizás esa sea la virtud que destaque entre el cúmulo de situaciones ya vistas en el aluvión de productos de las mismas características que surgen año sí y año también en el saturado mercado cinematográfico chino.
Porque, si paramos a analizar con un poco de detenimiento detalles sin importancia en la película, como la cara de la madre cuando encuentra el talento vocal escondido durante tantos años de su hijo, uno no puede menos que sonreír y terminar el visionado de la misma centrándose única y exclusivamente en los numerosos números musicales que son el centro de toda la película. Siempre, claro está, que uno disfrute con ellos, ya que son sólo meras actuaciones frente a un micrófono o sentados ante un órgano sin que se atisbe en el horizonte alguna coreografía ingeniosa que disfrace el producto para hacerlo más llevadero.
La sensaciones que surgen durante el visionado de Love @ first note no son tan diferentes a las que se experimentan cada final de año al sentarse ante el televisor y ver uno de esos programas-fiesta especiales con que nos inundan las diversas cadenas estatales. Cuatro o cinco personas siempre sonriendo (en la película no tanto ya que lo sustituyen por caras de tristes y desolados corderitos) que simulan diálogos espontáneos entre canción y canción mientras que tú deseas que acabe cuanto antes la farsa y empiecen a soltar notas por sus melódicas y talentosas voces.
Entre la diversidad de géneros que pueblan la cartelera de cine chino, es razonable la existencia de productos tan promocionales como éste. Al fin y al cabo, que país no posee entre sus filmotecas obras triviales realizadas para gloria del artista de moda de la época. Pero, de puertas para fuera, sin que uno conozca mínimamente las virtudes cantautoras de los que copan las listas de éxitos hongkonesas, es deseable mantener éste tipo de mercancías en un segundo plano y centrarse en productos más estimulantes.
En definitiva, recomendable única y exclusivamente para los seguidores de cualquiera de los cantantes o grupos que aparecen en los variados números musicales que inundan la película y que deseen mantener las neuronas inactivas tras una dura jornada laboral o, como sería más lógico, después de haber aprobado los complicados exámenes que tanto abundan durante el curso.
1 comentario:
Me llama la atención por el tema de las canciones que siempre es bueno descubrir talentos en ese rubro que vengan de oriente. Saludos!
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