La justicia del hombre
Por Fingolfin
El film abre en un patio de ejecución, donde tres granjeros se disponen a recibir castigo bajo orden de los oficiales del Shogun. Uno de ellos es Sentaro, que tras recibir 100 golpes es salvado de milagro por el agua que le ofrece Jingosa (Kanemon Nakamura), un jefe yakuza. Ese incidente marcará la vida de Sentaro, que posteriormente volverá para cobrar venganza volviéndose a encontrar con aquel que le salvó.
Esa es más o menos la presentación superficial que puede hacerse del film. En realidad la trama gira entorno al grupo “Tengu-to” (título internacional del film), que formado por samuráis y granjeros pretende mejorar la vida del pueblo por la vía de la violencia, mostrándose partidarios del emperador y enemigos de los opresores.
Por tanto, lo que en un principio se presentaba como historia de venganza, se transforma en algo completamente diferente, centrando la idea principal en la traición. Se supone que el grupo lucha por los intereses del pueblo, formando incluso ejército con los propios granjeros, y sin embargo solo los utilizan como piezas de su propio juego. Buscan destruir al gobierno a toda costa y están dispuestos a sacrificar cualquier cosa por cumplir su objetivo.
El protagonista es Sentaro (Tatsuya Nakadai), un hombre fuerte, habilidoso y demasiado idealista, cuya mente enturbiada se confunde con facilidad. Su única ambición es la venganza, y después de obtenerla queda atrapado por los ideales y las promesas del grupo Tengu a través de su amigo Kada.
Es un formato de personaje que abunda mucho en las películas de este género, una mezcla quizás de nuestro querido protagonista de “Red Lion”, que luchaba creyendo que hacía lo correcto, y del papel de Katsu en “Tenchu”, que luchaba porque solo eso sabía hacer.
Cabe esperar a la luz del argumento una película puramente de acción. Es cierto que es un elemento muy presente, aunque las coreografías no sean demasiado vistosas al estar rodadas con planos muy cercanos. A pesar de ese problema, compensa en cierta medida el realismo que se les da, llegando en alguna ocasión a mostrarnos un combate cuerpo a cuerpo donde se transmite la verdadera impresión de que sus vidas dependen de esa lucha. Todo ese estupendo realismo se va al diablo cuando llegamos al final del film. No diré por qué, para no estropear nada, pero seguro que a alguien le suena de alguna película americana.
“Blood End” es un interesante film de Satsuo Yamamoto (director entre otras de “Band of Assassins” y “Zatoichi the Outlaw”) que a grandes rasgos es más entretenida que espectacular. Probablemente solo lleguen a apreciarla lo bastante aquellos amantes de este estilo de chambara histórico.
Esa es más o menos la presentación superficial que puede hacerse del film. En realidad la trama gira entorno al grupo “Tengu-to” (título internacional del film), que formado por samuráis y granjeros pretende mejorar la vida del pueblo por la vía de la violencia, mostrándose partidarios del emperador y enemigos de los opresores.
Por tanto, lo que en un principio se presentaba como historia de venganza, se transforma en algo completamente diferente, centrando la idea principal en la traición. Se supone que el grupo lucha por los intereses del pueblo, formando incluso ejército con los propios granjeros, y sin embargo solo los utilizan como piezas de su propio juego. Buscan destruir al gobierno a toda costa y están dispuestos a sacrificar cualquier cosa por cumplir su objetivo.
El protagonista es Sentaro (Tatsuya Nakadai), un hombre fuerte, habilidoso y demasiado idealista, cuya mente enturbiada se confunde con facilidad. Su única ambición es la venganza, y después de obtenerla queda atrapado por los ideales y las promesas del grupo Tengu a través de su amigo Kada.
Es un formato de personaje que abunda mucho en las películas de este género, una mezcla quizás de nuestro querido protagonista de “Red Lion”, que luchaba creyendo que hacía lo correcto, y del papel de Katsu en “Tenchu”, que luchaba porque solo eso sabía hacer.
Cabe esperar a la luz del argumento una película puramente de acción. Es cierto que es un elemento muy presente, aunque las coreografías no sean demasiado vistosas al estar rodadas con planos muy cercanos. A pesar de ese problema, compensa en cierta medida el realismo que se les da, llegando en alguna ocasión a mostrarnos un combate cuerpo a cuerpo donde se transmite la verdadera impresión de que sus vidas dependen de esa lucha. Todo ese estupendo realismo se va al diablo cuando llegamos al final del film. No diré por qué, para no estropear nada, pero seguro que a alguien le suena de alguna película americana.
“Blood End” es un interesante film de Satsuo Yamamoto (director entre otras de “Band of Assassins” y “Zatoichi the Outlaw”) que a grandes rasgos es más entretenida que espectacular. Probablemente solo lleguen a apreciarla lo bastante aquellos amantes de este estilo de chambara histórico.
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